Un regalo de Sergio Astorga

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Venecia, a las tres!

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Admirar una de las joyas más hermosas del arte bizantino, a pesar de tanto oro y tanto esmalte y tanta piedra preciosa medieval...


Atravesar el puente de Rialto, de San Marco a San Polo, de San Polo a San Marco... Arriba y abajo, como en un juego infantil. Y ver el Gran Canal desde lo alto a través del ojo boquiabierto.


Es muy probable que esta música sonara en el órgano de San Bartolomeo del Rialto, cuyas puertas había pintado Sebastiano del Píombo 60 años antes.



Dicen que el dromedario de la casa Mastelli desaparece la noche de la Epifanía por las calles del Cannaregio y regresa a la mañana siguiente...



Dejar atrás el Palacio Ducal y pasear sin ninguna prisa por la Riva degli Schiavoni... Puente de los Suspiros, entrada del Danieli, iglesia de la Pietà. Y luego deshacer aún más despacio lo andado hasta embocar una callejuela mínima y encontrarse con la fachada de San Zaccaria...



Acercarse cualquier atardecer a escuchar algún concierto de Vivaldi, en el mismo lugar donde él enseñaba a las jóvenes descarriadas de la Pietà... a tocar el violín y donde dirigía sus propias composiciones interpretadas por ellas.

Cuando los venecianos querían denunciar anónimamente algo en contra de la República Serenísima, lo escribían y pinchaban el papel en la nariz de hierro de Sior Antonio Rioba, conocido popularmente como " il Pasquino"...


Los símbolos del poder y el orgullo de Venecia, vistos con los ojos y las manos y el alma de Turner.



Ningún bosquejo de Venecia estaría completo sin Mann, Mahler y Visconti. El planteamiento vital e intelectual, ético y estético, sobre la belleza absoluta. La belleza total, necesaria, decadente y hermosísima de Muerte en Venecia...


Esta es la imagen que veré mañana, a esta misma hora, desde la ventanilla del avión. Me va a encantar formar parte de esta ciudad, aunque solo sea por cuatro días.




Mañana, cuando Vds. mis lectoyentes lean esto, yo estaré volando camino de una Venecial real y, seguramente, más incómoda que la que he intentado retratarles en estas entradas. Les aseguro que todos y cada uno de los instantes que les he traído aquí fueron disfrutados verdaderamente por mí hace 11 años, en un viaje inolvidable. Es posible que en esta ocasión, por el contrario y dado que ahora vivimos en una época en que por fortuna mucha más gente puede viajar, me encuentre con una ciudad muy distinta: atestada de gente. Les aseguro que no me importará. Trataré de disfrutarla exactamente igual que las otras cuatro veces en que he tenido el privilegio de pisarla, pasearla, vivirla. No soy muy viajada pero me alegro muchísimo de conocerla.

En cuanto uno se aleja de la plaza (en Venecia solo hay una, la de San Marcos; el resto son campi) descubre que es una ciudad amable, hecha para ser pisada, paseada, vivida por el ser humano, a la medida del ser humano. Sin ruidos, motores ni prisas. Si Vd. es capaz de abrirse a ella, ella se le abrirá, brindándole el encuentro con personas amables, aunque solo sea por su innato sentido del comercio. A los venecianos de a pie, les gusta parlare del piú e del meno, son "chiaccheroni" (amigos del parloteo). Pero el momento en que la ciudad se deja realmente ver es cuando a las seis de la tarde la mayor parte de los visitantes abandona el centro histórico para retirarse a terra ferma. Venecia se convierte entonces en una ciudad con encanto, tranquila, hasta pueblerina, con puestos de comida por las calles, con pequeños colmados y fruterías (algunas en barcazas) en las que los venecianos hacen su compra diaria. Con ropa tendida entre fachada y fachada. Con lugares que le sorprenden a uno cuando juega a perderse por sus calles o canales pequeños. Es decadente, sí. Es especialísima, también. Para mí, fundamentalmente, es una ciudad hermosa porque, además, está muy viva.

No sé si a la vuelta seré capaz de contarles lo que he visto, caminado, escuchado. Saben que soy de naturaleza perezosa y además en esta ocasión mi acompañante habitual, el que me deja ir a mi aire, el que espera pacientemente sentado en cualquier sitio donde apoyarse a que yo termine de hacer mis fotos, se queda en Madrid. Viajo con mi hermana y como no solemos hacerlo juntas todavía no conozco su forma de "ser viajera". De todas formas, sacrifico gustosa la toma de instantáneas con tal de descubrir algún nuevo Tintoretto o un Bellini, al abrir la puerta de cualquier sacristía en cualquier chiesa veneziana. Dentro de nada estaré de vuelta pues cuatro días pasan volando. Pero mientras duran creo que voy a ser la persona más dichosa del mundo, sumergida en una ciudad de la que me enamoré en 1979, cuando la vi por primera vez.

¡Hasta la vuelta!


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11 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Mi querida Condesa, hasta la vuelta. Espero su relato. Disfruta todo lo que puedas y vive cada instante veneciano a tope.
Besos mil

Salud y República

emejota dijo...

Me inspira mucho esta entrada y te imagino disfrutando de este placer. La música como siempre un placer enorme. Gracias Freia. Sabes comunicar muy bien lo que sientes y a mi compartirlo. Beso.

emejota dijo...

Me inspira mucho esta entrada y te imagino disfrutando de este placer. La música como siempre un placer enorme. Gracias Freia. Sabes comunicar muy bien lo que sientes y a mi compartirlo. Beso.

Isabel dijo...

Pues no sabe usted, querida condesa, cómo esta humilde costurera, que no conoce Venecia, ha disfrutado con este maravilloso trío al que volverá si tiene algún día la oportunidad de ir a esa mágica ciudad.

Me alegro mucho de que respire ampliamente y olvide (por su mención lo sé) el olor a hospital.
Disfrute y guarde en la hucha de los buenos recuerdos los placeres que encuentre porque son los que nos sirven de alimento en otros momentos.

Buen viaje y besos.

Anónimo dijo...

Que tenga usted un buen viaje y que Hermes le guíe!

Sergio Astorga dijo...

Condesa, la esperamos gustosos.
Buena vida para sus días.

Abrazos en góndola.
Sergio Astorga

Freia dijo...

¡Ayss, qué prontito se pasa lo bueno!

Gracias a todos por sus buenos deseos. Hice todo lo posible para que se cumplieran y creo que el objetivo ha sido superado con creces.
Además, algo positivo con lo que no contaba: llovió solo lo justo y, sobre todo, había poca gente. Eso sí, todos de aquí.

Confío en vencer la pereza que siempre me tienta y brindarles alguna noticia sobre cómo fue todo. Témanlo, que seguramente se materialice en forme de un post... O varios...

Un abrazo bien fuerte y, de nuevo, gracias a todos.

W.B. dijo...

No sabía que en este blog hubiera un gusto tan maravillosamente exquisito.

Un inmenso placer para mí ha sido conocerte indirectamente, Freia.

Mil besitos para ti.

Pablo Siana dijo...

Qué alegría rememorar Venecia con este relato... Esperamos posar y reposar la lectura del periplo real.
Siempre a sus pies...

NáN dijo...

Si no disfrutaras tú de Venecia, ¿quién podría hacerlo?

Freia dijo...

Golfa Ganadora

Bienvenida a esta bitácora. Siempre es un placer que circunstancias ajenas contribuyan a conocer gente nueva.

Gracias por sus palabras. Es un placer tenerla por este blog. Considérese invitada formalmente.

Un saludo.

Pablo

Es todo un privilegio tenerle por aquí, don Pablo.
Intentaré hacer alguna que otra entrada sobre una Venecia que continúa fascinándome y enamorándome. Espero que mi pereza habitual no se salga esta vez con la suya.

Un abrazo

Nàn

Mi buen Nano, no sabe lo que me acordé de Vd. Efectivamente, a las 6:45 de la mañana en la plaza solo estaba el barrendero y nosotras dos... Hasta las palomas dormían, por fortuna.
Me gusta reencontrarme cada vez que voy especialmente con los Tintorettos? Pero siempre siempre guardo el lugar más importante para los Bellini (los de Giovanni, no los de prosecco). Todavía me emociona entrar en la capilla de Santa Maria dei Frari y encontrarme con esa sacra conversazione. Espero que no me obligara nadie a elegir entre ella y la Asunción del Tiziano porque....

Un abrazo grande. Por cierto, ¿qué tal un Campari la semana que viene en esa librería deliciosa de la calle San Joaquín?