Un regalo de Sergio Astorga

domingo, 26 de junio de 2011

Dos años ya sin él

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Far de la Vieille - Pointe du Raz - Finisterre - Bretaña. © Paz Juan, 2010



"Cuando mueras yo te lloraré de veras. Yo me acercaré hasta tu rostro transfigurado para besarte con desesperación los labios en un último esfuerzo, lleno de presunción y de fe, para devolverte al mundo que te habrá relegado. Yo me sentiré herido en mi propia vida, y consideraré mi historia partida en dos por ese momento tuyo definitivo. Yo cerraré tus reacios y sorprendidos ojos con mano amiga, y velaré tu cadáver emblanquecido y mutante durante toda la noche y la inútil aurora que no te habrá conocido. Yo retiraré tu almohada, yo tus sábanas humedecidas. Yo, incapaz de concebir la existencia sin tu presencia diaria, querré seguir sin dilación tus pasos al contemplarte exánime. Yo iré a visitar tu tumba, y te hablaré sin testigos en lo alto del cementerio tras haber ascendido por la pendiente y haberte mirado con amor y fatiga a través de la piedra inscrita. Yo veré anticipada en la tuya mi propia muerte, yo veré mi retrato y entonces, al reconocerme en tus facciones rígidas, dejaré de creer en la autenticidad de tu expiración por dar ésta cuerpo y verosimilitud a la mía. Pues nadie está capacitado para imaginar la muerte propia  "
                                                                               © Javier Marías - El hombre sentimental 





    Si supieras qué difícil se nos hace tu ausencia...





S.Rajmáninov (1873-1943). La Isla de los Muertos  (poema sinfónico), op. 29. The Philadelphia
Orchestra. Charles Dutoit, director. © Decca y Newt on, 1992 a 1995 y 2010.





[Hoy me gustaría convertir la ventana de comentarios en un muro abierto donde el que quiera pueda escribir lo que necesite o le apetezca sobre Manuel Ortiz. No habrá ninguna respuesta por mi parte pues no soy quién para hacerlo. Era amigo de muchos de nosotros y me agradaría especialmente que este post fuera colectivo, de todos. Vuestros comentarios completarán, mejorarán, darán sentido real a esta entrada.
Un fuerte abrazo.]
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lunes, 20 de junio de 2011

La luz azul y verde de Donosti

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Salimos de Madrid con apenas dos horas de sueño y dos y media de retraso por culpa de una prueba médica de última hora. Una más, impertinente y machacona. Más de dos horas robadas a unas escasas 24. Además, el camino hasta Burgos está animado por obras continuas que hacen que los 250 kms. a un carril y el cansancio acumulado nos desesperen un poco. Otro bocado más al poco tiempo que tenemos. El trayecto hasta Vitoria transcurre con normalidad y pasado algún tiempo, no mucho, la salida de un larguísimo túnel nos regala un letrero: Gipuzkoa y un paisaje radicalmente cambiado. Enormes pinos que rizan lomas y laderas suaves, castaños y robles acompañarán a partir de ahora nuestro recorrido. Es como zambullirse y volver a salir. Se multiplican desde este momento los pasos bajo tierra, los ríos y sus valles. El Deva o el Orio  van descubriendo pueblos no muy grandes pero con algún tipo de industria humeante o blanqueadora siempre. Y regalando siempre también, como contrapartida, caseríos solos, colgados del verde imperturbable y limpio.

Por fin, Donosti. La entrada por Ondarreta hasta la calle San Martín. Y el mismo hostal de tantos otros años que nos dice que estamos aquí de nuevo. Está nublado y el viento se empeña en llevarnos la contraria. Son las tres y media de la tarde.

Y justo desde este instante empiezan a romperse algunas tradiciones sin que podamos evitarlo. Buena parte del paseo de la Concha hasta el Ayuntamiento está cerrado por las dichosas obras del aparcamiento, que durán al menos ya dos años. Pero es igual. El azul que va dejando el aire empujando el agua sigue siendo el mismo: profundo, limpio y nada imperturbable.

M. está cansado pero respeta y acompaña mi rito aunque no pueda compartirlo. Sabe que, cada año, el soplo suave del recuerdo hace que encaminemos los pasos hacia el Vallés, al lado de la catedral, para el homenaje particular en forma de Gilda. Pero en este junio la ausencia de Manuel pesa demasiado, como en los últimos meses, y esta vez no hay banderas blanquiazules colgando de los balcones, exultantes y orgullosas, que nos la hagan más llevadera. Y pesa tanto que, queriéndolo, a propósito, cambio... cambiamos de rumbo y entramos en el Viejo al tiempo de un txirimiri débil. Y eso nos obliga a sacar un paraguas que irremediablemente se da la vuelta para, como el viento,  llevarnos la contraria también él.

Menos mal que el Gandarias nos acoge limpio, cálido y amable, como siempre. Y allí, detrás del Gilda desubicado, la limpieza de sabor de un chipirón solo y sólo vuelta y vuelta, bañado en negro propio, nos reconocilia definitivamente con el día. Una gamba sumergida limpiamente en bechamel suave cierra el menú corto y perfumado de iodo y sal.

El sol abre imperturbable, limpio y profundo cuando bien entradas las cinco deshacemos el trayecto, esta vez camino de la segunda razón fundamental del viaje. Llegamos al Peine de los Vientos aún con la marea baja, apenas iniciada la subida. El azul es aún más fuerte, más limpio, más perturbable por fortuna. No soplan los orificios de piedra pero el viento se deja acariciar por los surcos convexos del acero cortén. Como la niña rubia de la canción... se lo peina su tía, carabí, con mucha suavidad... con peinecito de oro, carabí  y horquillas de cristal, carabiurí, carabiurá...   

Se está bien, muy bien. El pabellón de baños y el palacio de Miramar se dibujan perfectamente enfrente. A la izquierda, Santa Clara ejerce, como tiene que ser, su oficio de perla y oculta la escultura de Oteiza que, desde el otro lado de la bahía, envidiosa, canta atonalmente mientras mira cómo se deshace el Urumea al contacto del agua abierta.

Enseguida aparecen ellos. Traen las ganas de un abrazo y un beso, como nosotros; de contar proyectos, planes, recuerdos recientes, esperanzas, como nosotros... Y entre las manos de ambos, una firme realidad, tímida, crecida y añorante de arena y ola. Unos cafés o unas tónicas, que tanto monta, y la charla distendida y tranquila acerca de lo acaecido en un año, de lo que queda por hacer, de las ganas de conocer y abrazar a otros blogueros amigos, del deseo pronunciado pero aún solo en ciernes de visitar Madrid en cuanto puedan. Mientras tanto, el grumete se encarga de demostrar que, afortunadamente, a él le aburren ciertas cosas y que Ondarreta lo llama cada vez con más fuerza.

El tiempo transcurre volando y deja caer tres hermosos presentes en forma de libros sobre los "chauffeurs", la ópera francesa y el "ruido eterno" mientras se oye el zumbido de pelotas de tenis, como abejas hinchadas, bailonas y amarillas. La separación deja un abrazo fuerte, alegría por haber podido vernos de nuevo y un poso de "hastaelañoquevieneoquizasantesenMadrid". Nos alejamos de ellos despacito mientras el pirata invita imperioso a que lo descalcen para llenarse de arena y correr hacia ese descubrimiento recién adquirido de las olas azules y blancas.

Nos viene bien el paseo. El aire huele a azul y verde, a recuerdos, añoranzas, realidades, papel impreso y la esperanza de otros amigos por ver a la noche.

De nuevo el rito. El tercero. Vestirse para cenar con ellos. Y la promesa de la sonrisa franca, el cóctel de bienvenida, el abrazo. Y un lazo recién descubierto entre unos amigos y otros.

¡Cómo explicar una cena que tanto nos merecemos y desde hace ya tiempo! Pues sí, nos la hemos ganado a pulso y ¡que se mueran los feos! Para celebrar muchas cosas: aniversario, cumpleaños, esperanzas que se apagan y se encienden intermitentemente. Para compartir que pasamos por ciclos hermosos y otros no tanto. Mientras, el buen hacer de padre e hija a los fogones nos llena de sorpresa, sabores, olor, tacto, vista, rumores de la sala. La noche termina con la risa indisimulada de ambos amigos ante un juguete nuevo de vieja hoja de lata.

De regreso, esa inmesa y translúcida caja de cartón que evoca lo mejor de Moneo, el Kursaal, nos despide todavía luminosa al borde del puente y de la playa de La Zurriola. Nos espera el descanso, el dormir durante más de ocho horas, el silencio.

Al día siguiente, el tiempo está cambiante pero despejado. Ha rolado el viento y hace más calor. Es más húmedo, más salino. Abraza y peina también él.

Desayunamos tarde y nos queda el tiempo justo para un paseo por la bahía. Patinadores, ciclistas, un par de locos que se meten al agua sin la ayuda suave y caliente del neopreno. Hortensias y el verde que tapiza la base de Miramar. El blanco de las barandillas es aún más blanco contra el azul espeso y limpio de una marea que anda a medio camino del descenso. Santa Clara sonríe abiertamente. El Igeldo y el Urgull siguen enzarzados en esa competición absurda de quién tiene las mejores vistas.

Con la última campanada de las doce, como la Cenicienta, tenemos que salir corriendo de ese palacio azul y verde, antes de que la carroza convertida en calabaza nos recuerde que se acabó, que no hay más hasta el año que viene. Deshacer el camino cuesta. Apenas 20 horas y tenemos que regresar a Madrid sin excusas. No queda más remedio.

Comienza a llover




                                         El azul se hace gris

                                                    El verde del camino de vuelta se desdibuja en pardo.




Al llegar a Burgos, de nuevo las obras, el carril único, la velocidad limitada a 80.

Menos mal que nos quedan las imágenes, la música, el calor de ritos y quienes los propician.

                                             
                                                  

                                                    Y el viento que peina al viento.

                                                                   Y la luz verde azulada de Donosti





J.C.de Arriaga (1806-1826). Cuarteto de cuerda nº 3, en mi bemol mayor. II Andantino (Pastorale). Cuarteto Mosaïques. Grabado en el Palacio Real de Madrid, en 2006. L'Oiseau-Lyre, 2006




[Intenté buscar música del donostiarra Usandizaga para ilustrar las fotos que les traigo, pero en casa solo tengo Las Golondrinas y, por más que la escuché, no encontré ningún pedacito que acompañase las imágenes en la forma que yo quería. Les traigo pues las notas de otro vasco, injusta, terrible y parece que definitivamente casi olvidado de todos, al menos en nuestro país. Ha sido el bicentenario de su nacimiento hace apenas cinco años y pasó sin pena ni gloria. Esperemos que el de su muerte, en 2026, sea más celebrado y que estemos todos aquí para contarlo.]

[Últimamente ando bien liada y con poco o casi ningún tiempo para trastear por la blogosfera. Ruego me perdonen todos los lectoyentes si no acudo a sus bitácoras todo lo que me gustaría. Disculpen también mi tardanza en contestarles en ésta.
Tras esta entrada pues, ocurrirá más de lo mismo. Aunque este vez hay un factor añadido que vale la pena. Hace unos segundos que acaba de empezar mi cumpleaños y aunque el número de los que caen no es como para celebrarlo, sí lo es el estar aquí y ahora y estar bien y tener ganas y alegría por contarlo.
Pienso pues hacerle los honores al aniversario convenientemente. Calculen después un par de días, como mínimo, por la resaca y hacia el miércoles o jueves volveré a hacerles todo el caso que se merecen.
Y ahora, con su permiso, me voy a abrir los regalos]


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sábado, 4 de junio de 2011

Sinestesia aún medieval y levemente aleve

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Peter Brueghel el Viejo. El triunfo de la Muerte - Madrid, Museo del Prado. 
(fotografía de Paz Juan. Agosto de 2006).


Los habituales de este y del anterior blog saben que rara vez la condesa de pacotilla se mete en jardines políticos, aunque precisamente la última entrada sea la excepción que confirme la regla. La temática de esta bitácora es, fundamentalmente, musical y ya hay muchos y muy buenos blogueros que se ocupan de la res publica. Ni que decir tiene que, para enorgullecimiento personal y por mantener este ya pesado y archiconocido narcisismo que me caracteriza, los mejores son todos amigos míos.

Es por esa razón por la que la aristocrática trasnochada tras de la que me escondo no dice ni mú desde esta tribuna cuando hay cambios electorales con los que se muestra aún más disconforme de lo ya habitual, entregas de los sindicatos a la patronal por falta de fuerza pero también por redundante entreguismo, traidores a sus programas y a la gente que los votó, esquilmando el solar que a todos nos toca compartir y haciendo que paguen el pato los más débiles, siempre los más débiles. Ni tampoco se hace oír al respecto de trapicheos, engaños, fraudes, corrupciones, mentiras, aumento del paro y aún más si lo es hasta niveles asquerosamente indecentes, bajadas de pantalones y dignidad ante el poderoso don Dinero, etc., etc., etc. Rara, rarísima vez la administradora de esto da su opinión sobre lo que realmente piensa de todo ello en el blog. Ya lo hizo al principio, hace muuuuucho tiempo. Y salió tan escaldada de que terminasen llamándola nazi por explicarse tan mal al meterse con el gobierno de Israel, que procura nadar y guardar la ropa en lo que a ciertos asuntos se refiere.

Pero afortunadamente somos animales políticos, vivimos inmersos en política, formamos parte de ella. Y la música, que siempre ha sido hija de su tiempo, se empeña de vez en cuando en recordásnoslo. Siempre de improviso. Siempre cuando menos te lo esperas.

Ayer pude escaparme a un concierto en el que se interpretaban romances y villancicos de el Cancionero de Palacio...

Después de escuchar éste de Juan del Enzina, la sinestesia se formó en mi cabeza casi automáticamente. Fácil, arrolladora e inevitable.

No crean que la conclusión personal tardó tampoco mucho en presentarse. Y es que habrán pasado más de quinientos años, mas no parece que hayamos avanzado mucho al respecto. Casi me atrevería a decir que, aunque es probable que hayamos evolucionado, no se nos nota nada... Pero que nada, nada, nada...


Juan del Enzina (1468-1529). A la dolorosa muerte del Príncipe Don Juan (1497). Romance: Triste España sin ventura. Hespérion XX. Jordi Savall, director. Grabado en Segovia en mayor de 1988. Audivis-Astrée y Sociedad para el Quinto Centenario, 1991).





Triste España sin ventura 
(Romance)

Triste España sin ventura,
todos te deven llorar.
Despoblada de alegría,
para nunca en ti tornar,
tormentos, penas, dolores
te vinieron a poblar.
Sembrote Dios de plazer
porque naciesse pesar;
hízote la más dichosa,
para más te lastimar.
Tus victorias y triunfos
ya se hovieron de pagar:
pues que tal pérdida pierdes,
dime en qué podrás ganar.
Pierdes la luz de tu gloria
y el gozo de tu gozar;
pierdes toda tu esperança,
no te queda qué esperar.
Llora, llora pues perdiste
quién te havía de ensalçar.
Llevóte todo tu bien,
dexóte su desear,
porque mueras, porque penes,
sin dar fin a tu penar.
De tan penosa tristura 
no te esperes consolar.



Si han descubierto la trampa de esta sinestesia, perdonen la ligera, ligerísima omisión que apenas se nota... Y pasen Vds. un tranquilo y soleado fin de semana, que el lunes vuelven las tormentas, los rayos, truenos y centellas de todo tipo... Incluídos los que nos mojan, iluminan o ensordecen sensu stricto.

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